Salud
Por: Eduardo Calixto
¿Gordito, pero feliz? Eso no existe, la obesidad no solo es un problema físico, también se va tragando al cerebro.
Los antojos empiezan en el cerebro, no en el estómago. Si subimos de peso es por lo que el cerebro decide comer en cantidad y frecuencia. Comer lo que nos gusta desata un efecto neuroquímico que difícilmente se borra de nuestra memoria. El sabor, la consistencia y la temperatura de los alimentos está muy dentro del álbum de los recuerdos, una comida deliciosa comúnmente hace recordar la infancia. En un sentido anatómico, ponerse como cochi es responsabilidad del área tegmental ventral, del hipotálamo y del hipocampo. Aquí te contamos la relación entre la obesidad y el cerebro.
La relación entre la obesidad y el cerebro se puede determinar por las siguientes zonas cerebrales:
También lee: ¿Cómo cuidar tu cerebro después de los 40? ¿Sientes que no das una?
Si a alguien habrás de culpar de tu hambre es al hipotálamo, específicamente, a unas hormonas llamadas orexinas que se alborotan cuando duermes menos de cinco horas, ¿recuerdas el hambre y la impulsividad un día después de un desveladón?
Seguimos enjuiciando culpables. Cuando comes se libera dopamina, y si el alimento se te antoja por mucho tiempo, más dopamina se libera, o sea, tragar te hace más feliz.
Como el amor o como una droga, la comida también hace que liberes endorfinas que cambian tu estado de ánimo, te tranquilizan, y te hacen sonreír (sí claro, hasta que un día tratas de ponerte el pantalón ¡y no sube!, ¡y no cierra!, ¡auxilio!).
Antes de comer, el cerebro se prepara ordenando al páncreas que libere hormonas para incitar el hambre y disminuir los niveles de glucosa. También libera leptina, una hormona (que al parecer no nos funciona muy bien) que le pone fin a las ganas de seguir comiendo.
Comer es un festín de activación neuronal y un generador de felicidad, sobre todo cuando se trata de carbohidratos y grasas, al cerebro le encantan los alimentos con mucha energía, se hace adicto a ellos, empieza a ignorar las señales de la leptina y el hipotálamo pierde el freno de la saciedad. Lo demás ya lo conoces: un kilo, dos kilos, tres kilos, una talla más, diez kilos y una bola de nieve de problemas. Pero, ¿por qué al cerebro le gustan tanto los alimentos que más engordan? Los carbohidratos, lo dulce y las grasas te hacen recordar los primeros años de vida, pues la leche materna está llena de semejantes sustancias. Está, además, la asociación de la comida con el afecto y la tranquilidad.
También lee: Esto es lo que le pasa a tu cerebro si consumes exceso de azúcar
Los genes no nos ayudan en el propósito de bajar de peso. Resulta que nuestros ancestros eran muy vulnerables a hambrunas, heladas y sequías, así que la evolución los ayudó con una adaptación genética para ganar kilos después de los 30 años, una especie de sentencia de muerte para los futuros pobladores del planeta, pues hoy las complicaciones de la obesidad son una de las principales causas de muerte. A partir de esa edad el metabolismo se hace más lento y lo que comías a los 20 engorda el triple.
Un estudio de la Universidad de California demostró que demasiada azúcar altera la capacidad de la insulina, provocando que no llegue energía al cerebro para procesar el pensamiento y las emociones.
Un grupo de investigadores del Oregon Brain Aging Study concluyó que el exceso de grasas trans encoge el cerebro.
Tienen muchas sustancias que el organismo es incapaz de procesar y que afectan las funciones cognitivas del cerebro.
También lee: ¿Por qué se nos antoja comer cosas grasosas? ¡Pensamientos grasosos!
También lee: 10 tips para empezar a comer sano ¿A pan y agua?
No es juego, las consecuencias de la obesidad no son solo físicas ni estéticas, eso sería lo de menos comparado con que el cerebro obeso es mucho menos productivo. Esto es lo que pasará si no le pones freno a la mandíbula:
También lee: ¿Tienes diabetes tipo 3? Puedes ser más propenso a Alzheimer
Ahora que sabes la relación entre la obesidad y el cerebro, te dejamos una lista para que mejores tu alimentación. Te dará omega 3, grasas mono saturadas y vitamina E, sustancias que ayudan al cerebro y mantienen las grasas malandrinas a raya.
También lee:
Por: Eduardo Calixto