Salud mental
Por: Sofía Leviaguirre
Si te ha pasado que en tu tiempo libre te sientes mal, es el síndrome de vacaciones y explica por qué te enfermas cuando te relajas.
Seguro te ha pasado que sobrevives semanas de trabajo intenso, mil pendientes, noches sin dormir, y justo cuando decides descansar, te da gripa, te sientes agotado o no se te quita el dolor de cabeza. No es coincidencia ni mala suerte. Se llama síndrome de vacaciones y explica perfectamente por qué te enfermas cuando te relajas. Te contamos lo que tienes que saber para pararle a la sufridera.
Durante los periodos de estrés crónico, tu cuerpo se convierte en una máquina de supervivencia. Libera hormonas como adrenalina y cortisol, que te mantienen alerta, con energía y con el sistema inmunológico en modo defensa. Es una respuesta evolutiva: el cuerpo se prepara para enfrentar la amenaza, sea la que sea.
Cuando después de tanto esfuerzo, te relajas de golpe, bajan los niveles de esas hormonas. El sistema inmunológico reduce su actividad y se queda más vulnerable ante virus o bacterias que siempre estuvieron ahí, esperando su oportunidad. En otras palabras, cuando tu cuerpo siente que puede bajar la guardia, lo hace, y entonces te enfermas.
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Además, pasar de una rutina caótica a una inactividad total no siempre es tan reparador como suena. El cuerpo y la mente se desajustan: las hormonas se descompensan, los tejidos pueden presentar inflamación residual por el estrés acumulado, y la mente que estaba en modo urgencia, de pronto se enfrenta al vacío del descanso absoluto.
Aquí entra la parte científica: no saber descansar también enferma. Si te cuesta desconectarte del trabajo o no tienes actividades que sustituyan esa sensación de productividad, es común que aparezcan la ansiedad, la apatía o incluso el bajón emocional durante las vacaciones.
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Los especialistas recomiendan practicar un aterrizaje suave. En lugar de pasar de la velocidad máxima al reposo total de un día para otro, debes reducir poco a poco la intensidad de tus días antes de un periodo de descanso, incorporar pausas reales durante la semana y no dejar que todo el relax dependa de unos pocos días libres.
Cuando llegues a los días de descanso, en lugar de tirarte a la cama por completo, busca un equilibrio entre descanso y estímulo: camina, lee, viaja sin prisas, duerme bien, pero también permite que tu mente se mantenga activa con actividades que disfrutes. Tu cuerpo no es una máquina que se apaga y se enciende a voluntad. Necesita tiempo para recalibrarse.
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