Salud mental
Por: Berenice Villatoro
Si crees que odiar a otras personas, no es malo, déjanos decirte que daña tu salud mental
Guardar rencor, compararte todo el tiempo o vivir con coraje silencioso hacia alguien más no te hace fuerte… te desgasta. Ese sentimiento no se queda “allá afuera”, se mete contigo, con tu cuerpo, con tu energía y con tu paz mental. Hemos llegado al punto de no retorno, cuando nos damos cuenta de que odiar a otras personas daña tu salud mental, y es que cuando esto pasa, se activan zonas de estrés y agresión en tu cerebro.
“Nuestros cerebros están diseñados para considerar el peor escenario posible para sobrevivir”, afirma Daryl Appleton, EdD, consultor jefe de bienestar y coach ejecutivo. Claramente, estos mecanismos tienen una función bastante buena, que es reconocer las amenazas de nuestro entorno, pero una cosa es eso, y otra que te la pases odiando.
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“El problema de centrarse en lo negativo es que tendemos a crear conexiones neuronales y enseñarle a nuestro cerebro que todos somos malos y que todo es terrible”, dice Appleton.
Es muy importante que comiences a ver el lado bueno de las cosas, para que tu salud mental no se vea afectada, y no sólo eso, la realidad es que todos y todas las cosas, tienen algo bueno.
“Si la negatividad alimenta constantemente tus conversaciones, no habrá espacio para que florezcan experiencias positivas en una relación”, dice Brianna Paruolo, LCMHC, directora clínica y fundadora de On Par Therapy. Es por eso que puedes seguir algunos tips para que esto del hate no se convierta en un elemento en tu vida, y que sólo lo uses cuando de verdad haga falta.
El odio es energía intensa, y si no la transformas, se queda estancada. ¿La solución? Muévete, haz ejercicio, baila, grita en un lugar seguro, pinta, haz algo creativo o físico que canalice lo que sientes. Incluso actividades como caminar en la naturaleza o hacer meditación pueden ayudar a regular tu sistema nervioso y soltar emociones atrapadas.
No estamos diciendo que debas perdonar de inmediato o justificar el daño, sino entender que la otra persona también tiene historia, heridas o limitaciones. Psicólogos como Paul Ekman han mostrado que cuando tratamos de ver el contexto del otro, bajamos nuestra reacción emocional.
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Claro que es mejor si haces journaling o escritura terapéutica, pero también si en un bloc de notas de tu celular escribes un mensaje antes de mandar, te va a ayudar muchísimo a liberar emociones intensas.
Escribir lo que te hizo esa persona, cómo te sientes, lo que no pudiste decir, o lo que puedes decirle, saca el veneno de tu sistema sin hacerle daño a nadie.
El odio rara vez es la emoción real, suele ser una máscara de algo más, como dolor, tristeza, miedo, traición, impotencia. Detente un momento y pregúntate, ¿qué me dolió de verdad? Cuando nombras lo que sientes con claridad, dejas de estar en modo ataque y empiezas a procesarlo con más compasión.
Como ya te habíamos dicho, cuando odias, tu cerebro activa las mismas zonas relacionadas con el estrés y la agresión. Esto eleva el cortisol, altera tu sueño, tu sistema inmune y hasta tu digestión. O sea, mientras tú te haces bolas por dentro, la otra persona ni enterada. Entender que el odio te enferma a ti, y no al otro, puede ser el primer paso para soltarlo.
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