Sobrevive a tu familia en Navidad

Te decimos cómo blindarte contra tu familia o dejar de ser al que nadie quiere invitar

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La familia suele ser una fuente de apoyo, cariño y diversión, pero también un generador de agobio, enojo y ansiedad, sobre todo por ciertas actitudes que son difíciles de entender y manejar.

Nunca falta el hermano que llega tarde y le tocaba traer la botana, la cuñada incómoda con el escotazo en la misa de Navidad, el tío borracho, la prima que se hizo güey con el regalo del intercambio y hasta tu hijo, que se aburrió antes de cenar y se puso a molestar a todos… ¡el horror!

Aunque te resistas a aceptarlo, las reuniones familiares activan viejos reconcers, competencias, reclamos y, a veces, hasta lágrimas y trancazos. Y, lo quieras o no, de alguna manera participas en la dinámica, ya sea echándole muchas ganas para fingir que todo es felicidad, haciéndote el que no te importa o arrojándole más leña al fuego.

Repite conmigo: todo, TODO, impacta en tu dinámica familiar.

Pero antes de que tires la toalla y rechaces todas las invitaciones, considera que si te tomas el tiempo de prevenir ciertas situaciones y te preparas mentalmente para afrontarlas, algo puede variar y hasta te la puedes pasar bien (aplicable todo el año).

ANTES

-Renuncia a tus expectativas: la mayoría cree que en Navidad ahora sí nos van a escuchar y vamos a reparar viejos daños, o van a reconocer nuestros logros y todo lo que hacemos por la familia. NOT! Suelta el deseo de que algo cambie.

-Prepárate para ser niño de nuevo: cuando convivimos en familia regresamos “inconscientemente” a nuestra infancia. Quizá tus padres o tus tíos te tratan como cuando tenías doce y, créeme, no es necesario que intentes convecerlos de quién eres en el presente; lo mejor es aguantar, porque un discurso en una cena o en una vacación no va a romper los patrones familiares de toda la vida.

-Repítete: es temporal: es probable que en estas fiestas cada miembro de la familia asuma el papel que tanto le encanta. La tía que interrumpe, interrumpirá: el hermano resentido se quejará; la madre abnegada se desmoronará. Ni te desgastes, mejor ten en mente el mantra: “es temporal, es solo una cena”.

-Imagina escenarios: no dejes en manos del destino lo que va a ocurrir. Proyectar lo mejor o lo peor te ayuda a establecer estrategias y límites que te mantendrán a salvo durante la convivencia. Puedes planear sentarte al otro extremo de quien más detestas, programar tus idas al baño cuando te sientas desbordado o simplemente abandonar el barco si una bomba está por explotar.

DURANTE

– Suelta el control. 
Ya planeaste, anticipaste y preparaste, ahora es momento de dejar ir. Recuerda que cualquier intento por controlar lo que los otros hagan o digan te pone bajo su poder.

– Opina siempre con moderación. 
Acepta las posturas de los demás sin argumentar tu desaprobación; si alguien pide tu punto de vista en algo que te parece inadmisible, sé sincero, pero sensato. Y si ya sabes que abrir la boca te meterá en aprietos, usa el valioso efecto del silencio.

– Pon en marcha tu plan de acción. 
Si algo empieza a descomponerse más de la cuenta, aplica la técnica de cuerpo presente, o sea, desconecta tu mente y transpórtate a otro lugar. Siempre es mejor que te digan que no pelas a que les pegues.

– Velo con nuevos ojos. 
Observa con curiosidad a tu familia, quizá te sorprendas al ver a alguien con una actitud diferente; por pequeña que sea, te puede motivar a mostrarte de manera distinta y así modificar .aunque sea en algo muy sencillo- la trama de la interacción familiar.

– Disfruta. 
Seguramente habrá dos o tres cosas que no volverás a gozar hasta el año que viene. ¿Los romeritos que prepara tu abuela?, ¿la visita de tu prima que vive en China?, ¿el tío que les sigue regalando cheques a todos? Enfocarte en las cosas buenas te ayudará a disfrutar.

– Improvisa.
Ten un as bajo la manga por si salen temas rasposos: habla de otra cosa, finge un fuerte malestar estomacal y di que, con mucha pena, te vas a tener que retirar. Lo importante es que NO te dejes llevar por una discusión que sabes que acabará en desastre.

 

¡Felices fiestas!

 

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