Salud mental
Por: Sofía Leviaguirre
Tener la razón nos da un microéxtasis emocional que no podemos explicar, pero hoy te contamos por qué siempre queremos tener la razón.
Pocas cosas se sienten tan bien como decir “te lo dije”. No importa si es una discusión con tu pareja, un debate con tu amiga o un pleito fugaz con un desconocido en redes: tener la razón nos da un microéxtasis emocional. Hoy te contamos por qué siempre queremos tener la razón.
La respuesta no es que seamos necios (aunque a veces sí), ni que queramos pelear por deporte, a pesar de lo que diga tu ex. La realidad es que es una mezcla de psicología, ego, cerebro y biología que nos empuja a defender nuestras ideas como si nuestra vida dependiera de ello. Peeero, esto no siempre nos hace bien.
A nuestro cerebro físicamente le gusta tener razón. Cuando sentimos que estamos en lo correcto, liberamos dopamina, el neurotransmisor del placer. Entonces, tener la razón se vuelve adictivo porque queremos repetir esa sensación una y otra vez. Entrar en una discusión es, neurológicamente, un “a ver si me gano otro premio”.
También lee: ¿Qué significan tus antojos? Dime qué se te antoja y te diré qué le falta a tu cuerpo
Desde lo psicológico, sabemos que hay normas sociales que nos dan o quitan poder. Para la mente, ceder equivale a perder un poquito de ese estatus que nos hace respetables. Nuestro cerebro sigue programado como si estuviéramos en una tribu donde equivocarse significaba quedar fuera del grupo. Por eso, tener razón se vuelve un mecanismo de protección. Falso, pero muy humano.
Existe un fenómeno llamado sesgo de confirmación. Básicamente, el cerebro busca información que valide lo que ya cree y rechaza lo demás. Esto pasa porque dudar es incómodo. Cambiar de opinión requiere energía. Tener razón nos mantiene en terreno conocido.
También lee: 5 pasos para mejorar tu autoestima, Dale pa’ arriba!
A muchos nos educaron con la idea de que equivocarse era motivo de regaño, vergüenza o burla. De grandes, defender nuestras opiniones se vuelve una forma de protegernos emocionalmente. Ceder deja de ser una opción y se siente como rendirse.
Cuando dices “yo soy así”, no hablas solo de ideas, sino de quién crees que eres. Si alguien cuestiona tus opiniones, se siente como si cuestionara tu identidad. Por eso peleamos: no por el punto, sino por lo que el punto significa para nosotros.
Hazte la pregunta clave: ¿Quiero tener paz o tener razón? No siempre son compatibles. Escoger tus batallas te ahorra energía, drama y tiempo. Cambia el impulso de defender por un intento de entender, así, puedes crecer con cada desacuerdo en vez de pelear hasta el fin.
Respira hondo y repítete: equivocarte no te quita valor. No eres menos inteligente ni menos fuerte por cambiar de opinión. Aprende a decir “no lo había visto así”, muestra madurez e inteligencia emocional. Acuérdate de que no eres tus ideas, y que tus pensamientos tienen derecho a evolucionar, o a estar en lo incorrecto, y no pasa nada.
También lee:
Por: Sofía Leviaguirre