Salud mental
Por: Sofía Leviaguirre
El duelo de perder a tu pareja no es lineal ni predecible. Aquí te contamos paso a paso cómo funciona este proceso.
El duelo de perder a tu pareja no es lineal ni predecible. Hay días en los que la nostalgia parece tolerable y otros en los que duele respirar. Según la psicología del duelo, la mezcla de emociones son parte del proceso de adaptación ante una pérdida significativa. Nuestro cerebro y nuestro cuerpo necesitan tiempo para reacomodarse a una nueva realidad. Aquí te contamos cómo seguir cuando pierdes a tu pareja.
Perder a una pareja es una de las experiencias más desgarradoras que puede atravesar una persona. No solo se pierde al ser amado, sino también una versión de uno mismo: la rutina compartida, los planes, los códigos, los silencios que solo ese vínculo entendía. De pronto, el mundo cotidiano se vuelve extraño. El café de la mañana sabe distinto. La cama parece demasiado grande. Y lo más difícil: el corazón no entiende por qué la vida sigue si una parte de nosotros ya no está.
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Cuando la pérdida ocurre por muerte, el vacío toma una dimensión profunda y existencial. Ya no hay posibilidad de resolver lo pendiente o de decir lo no dicho. En esos casos, el duelo no busca aprender a convivir con la ausencia. El amor no desaparece: se transforma en memoria, en presencia interior, en una forma distinta de vínculo.
Este proceso es parecido a cualquier otra pérdida por muerte. Necesita su tiempo de luto para sanar. También necesita que te tengas paciencia para ir pasando las famosas cinco etapas: negación, enojo, depresión, negociación, y finalmente, aceptación. Aunque las primeras cuatro pueden llegarte en desorden y eso también se vale.
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Cuando el duelo es por una ruptura, el reto se centra en aceptar que la historia terminó mientras ambos siguen existiendo. Es un tipo de pérdida especialmente compleja, porque el otro continúa allá afuera, en el mismo mundo, pero sin nosotros. En redes, en fotos, en recuerdos compartidos con amigos. Reaprender a no buscarlo, a no revisar el teléfono y no imaginarte escenarios alternos es una tarea diaria.
Este duelo tiene un reto extra, y es saber que un pedacito de ti se muere en el otro, que existe, pero que por la razón que sea, elijen ya no estar juntos. Aquí pasa un proceso de doble pérdida: la de la persona y la de ti, que dejas ir una versión tuya para seguir adelante.
Ambos duelos sanan cuando logramos reencontrarnos con nosotros mismos. Durante una relación, gran parte de nuestra identidad se entrelaza con la del otro. Al separarnos, toca reconstruir quiénes somos sin esa mirada que nos contenía. Y ese proceso, aunque doloroso, también puede ser profundamente revelador.
Acompañar el duelo con ayuda terapéutica, rituales personales o espacios simbólicos puede marcar la diferencia. Escribir una carta, encender una vela, visitar un lugar significativo, hablar con amigos que escuchen sin juzgar. No hay una forma correcta de atravesar la pérdida, pero sí hay algo universal: sanar no significa olvidar, sino aprender a recordar sin que duela tanto.
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Por: Sofía Leviaguirre
