¿Cómo es el déficit de atención en adultos?

Al oír déficit de atención, todos pensamos en niños saltando como loquitos, ¿pero a poco crees que crecen y eso se va? Para nada ¿serás su víctima?

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Existe un gran contraste en percepción cuando se habla del Trastorno por Déficit de Atención (TDA) en niños y en adultos.
Es correcto, por si no lo habías escuchado, existe, y está perfectamente descrito que esta bronca también la tienen los de 18 años y más. En algún momento de la historia se pensó que esta población se conformaba por un grupo de niños que se iban recuperando de estas molestias al pasar por la adolescencia y la adultez joven.

Pero gracias a los seguimientos epidemiológicos, hemos descubierto que cerca de 30% de los niños que desarrollan este diagnóstico en la infancia no mejoran con la madurez del sistema nervioso central y, en efecto, persisten como mayores de edad portadores del TDA.

Desde finales de los años noventa, grandes equipos de investigación se dieron cuenta de un fenómeno anexo: existe un considerable número de personas que crecieron sin manifestar los síntomas propios del TDA y que en algún momento de su etapa adulta, aparentemente secundario a un evento significativo (traumatismos, infecciones, abuso de sustancias o eventos muy estresantes, por ejemplo), debutan en edades que no eran típicas y comienzan a padecer las consecuencias del TDA.

ES LO MISMO, PERO NO ES IGUAL
La gran pregunta que sigue a todos estos datos es entonces, ¿los síntomas del TDA de los adultos son los mismos que los que presentan los niños? Me gusta la siguiente respuesta: sí, pero no. Las manifestaciones generales son las mismas, pero la expresión de las molestias y de las consecuencias en la vida cotidiana son muy diferentes por los requerimientos y responsabilidades que tiene un adulto en comparación con un niño.

El síntoma primordial que tenemos que vigilar en un caso probable es el patrón persistente de falta de atención e impulsividad que se muestra de forma frecuente y severa en cuando menos dos escenarios de la vida (casa, trabajo, social, escuela), y que interfiere de forma significativa con su desempeño.

Esto se puede presentar de diversas maneras como:

  • Cometer errores en detalles
  • 
Dejar tareas a medias
  • No escuchar todo lo que se les dice
  • Dificultad para seguir instrucciones
  • Problemas para organizar sus días
  • Evitar tareas que requieran mucho esfuerzo
  • Se les olvidan citas
  • Constantemente están perdiendo cosas
  • Ser muy distraídos

NO SE DEBE CONFUNDIR
Estos problemas llevan a las personas a presentarse al consultorio con una queja de ansiedad, depresión o abuso de sustancias, sobre una base de una baja autoestima, pero sin saber que son efectos secundarios de ser portador de un TDA.

De hecho, me gustaría poner un foco especial, lo regular es que el motivo de consulta sea una queja ya crónica y muy cansada de parte de la pareja de los pacientes portadores, que se encuentran al borde de la separación por lo intensos e irremediables síntomas, a pesar de los esfuerzos de los afectados.

Además, una característica muy común es la conocida desregulación emocional, donde estas personas cuentan con una vivencia afectiva incrementada de todos los eventos de vida en comparación con el resto. Y lo más grave es que es un problema que puede afectar del 4.5% al 6% de la población mundial y la mayoría no lo sabe.

TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN A ROMA

Existen muchos métodos para llegar al diagnóstico. El primero es, como te puedes imaginar, una buena historia clínica que orienta grandemente a los profesionales, pero no es tan sencillo de hacer. Aquí, una vez que vimos los síntomas disruptivos, podemos formar un buen diagnóstico. También existen cuestionarios de autollenado que se pueden ejecutar en línea y hasta pruebas neuropsicológicas armadas que llevan un par de citas con un especialista en medición.

Hoy en día contamos con evaluaciones estandarizadas por medio de exámenes de computadora que nos orientan maravillosamente a los expertos en la probabilidad del diagnóstico de TDA, pero sobre todo en la variedad predominante donde tenemos que detectar y poner la atención principal del tratamiento. Los expertos ahora tenemos muchas más herramientas que antes para detectar este tipo de problemas, el chiste es que los pacientes se acerquen a nosotros.

HAY LUZ AL FINAL
DEL TÚNEL

Es casi seguro que con un problema tan crónico sin atender, el manejo deberá ser con fármacos, actualmente existen unas siete opciones de medicamentos que se pueden utilizar de forma sabia y prudente dependiendo de la severidad de la afectación y del tipo predominante de síntomas del paciente.

Peeero estaríamos equivocados si nuestro manejo se basara únicamente en un fármaco. Hábitos tan profundamente arraigados como los que hemos citado requieren de una rehabilitación neurológica que se produce por medio de un reaprendizaje de habilidades y de una terapia cognitivo conductual que nos permite crear mecanismos de respuesta y adaptación más funcionales ante los problemas que nos presenta la vida cotidiana.

Lo complicado muchas veces es llegar al diagnóstico, ya que creemos que pueden ser un montón de cosas y los doctores no le atinan. ¡Pero todo se puede lograr cuando alguien encuentra el problema verdadero y lo trata como se debe!

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