Salud mental
Por: Sofía Leviaguirre
Todos tenemos ese amigo que parece tener un doctorado en negatividad, pero tranqui, aquí te decimos qué hacer cuando tu amigo no deja de quejarse.
Todos tenemos ese amigo que parece tener un doctorado en quejas: el tráfico, el clima, el jefe, la pareja, el precio del aguacate… Nada se salva. Y aunque al principio escucharlo puede ser divertido, llega un punto en el que tanta negatividad se vuelve agotadora. Pero tranqui, aquí te decimos qué hacer cuando tu amigo no deja de quejarse.
Quejarse no es, en sí, algo malo. De hecho, las quejas ligeras entre amigos pueden fortalecer la conexión, sobre todo cuando se trata de un enemigo común o una frustración compartida. Bien dicen por ahí que el enemigo de tu enemigo es tu amigo. Peeero, cuando las quejas se vuelven una rutina diaria, la energía empieza a caer en picada.
Escuchar quejas constantes puede afectar tu estado de ánimo: te sientes drenado, pesimista o incluso culpable por no poder arreglar los problemas del otro. Peor aún, las quejas son contagiosas: puedes terminar replicando el mismo patrón, quejándote tú también de tu amigo y cayendo en un círculo vicioso.
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Ser empático no significa absorber todo. Puedes ofrecer atención, pero también marcar un alto amable: “Te entiendo, pero no quiero que sigamos girando en esto”. Estás cuidando tu salud mental, no siendo egoísta.
Evita responder con más quejas o reforzar la negatividad. Si tu amigo dice “todo me sale mal”, no respondas con “a mí también”. Cambia el enfoque: “¿Qué podrías hacer diferente?”.
Ayúdalo a pasar del “me quejo” al “resuelvo”. Preguntas como “¿qué necesitas para cambiar eso?” o “¿qué podrías intentar distinto?”, lo sacan del papel de víctima y lo llevan a pensar en soluciones.
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A veces una broma ligera puede romper el ciclo de negatividad, pero hazlo con tacto. Si el tema es serio, evita el sarcasmo. Si es algo del diario, como un mal rato en el tráfico, un toque de humor puede aligerar el ambiente.
Cuando la conversación se estanca en la queja, redirígela: “Oye, hablando de eso, ¿ya viste la nueva serie de Netflix?”. A veces, solo se necesita un pequeño empujón para salir del loop.
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Si la situación está ya muy mal, habla con honestidad. “Te quiero y me preocupa verte así, pero me cuesta escuchar que te quejes tanto. Quizá podrías hablar con un profesional”. Siempre que lo hagas con tacto, honesty is the best policy.
Después de interactuar con alguien muy negativo, haz algo que te recargue: caminar, escuchar música o pasar tiempo con personas más positivas. No es huir, es equilibrar.
Si tú dejas de quejarte, inspiras un cambio. Modela conversaciones más constructivas, agradece lo bueno y celebra los pequeños logros.
La amistad también se trata de poner límites saludables. Escuchar, apoyar y compartir son esenciales, pero cargar con la negatividad ajena no es parte del contrato emocional. Al final, es decidir también con qué tipo de personas te rodeas y qué tipo de persona quieres ser.
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Por: Sofía Leviaguirre