Salud
Por: Sofía Leviaguirre
Hace siglos, los doctores usaban la nariz para diagnosticar. La pregunta es: ¿el cáncer huele? Pues sí, y aquí te contamos qué onda.
Hace siglos, los doctores usaban la nariz como herramienta para diagnosticar: olían el aliento, la orina e incluso las heces de sus pacientes para detectar enfermedades. Y sí, algunos males tienen aromas muy característicos: la fiebre amarilla huele a carnicería, la insuficiencia hepática a pescado crudo y la fiebre tifoidea a pan integral recién hecho. La gran pregunta es, ¿el cancer huele? Pues sí, y aquí te contamos por qué importa.
Hoy, la ciencia está redescubriendo lo que los doctores de la antigüedad ya intuían: cuando el cuerpo enferma, cambia su olor. En un curioso experimento, un grupo de investigadores pidió a varios voluntarios sanos que usaran camisetas de algodón. A la mitad les aplicaron un placebo y a la otra mitad, una sustancia que provoca una reacción similar a tener gripe. Luego, un grupo de personas olfateó los trozos de tela que cubrían las axilas y clasificó los olores según su intensidad y salubridad. Resulta que las camisetas del grupo enfermo olían peor.
La explicación es sencilla, y es que el mal olor es una herramienta de supervivencia que nos hace alejarnos de posibles contagios o, en algunos casos, identificar que alguien necesita ayuda. Lo realmente fascinante es que el olor puede revelar enfermedades mucho antes de que los síntomas sean visibles.
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En el caso del cáncer, por ejemplo, detectar el cambio en el olor corporal permite un diagnóstico temprano, cuando la enfermedad aún está en una fase microscópica. Los científicos explican que las células cancerosas tienen un metabolismo distinto al de las células sanas, por lo que liberan compuestos químicos diferentes en el aire.
Nuestro olfato no es tan potente, peeero otros seres vivos sí pueden detectarlo. Los perros, con sus 300 millones de receptores olfativos, ya han sido entrenados para identificar distintos tipos de cancer y diabetes con una precisión de casi el 90%.
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Esto ha inspirado el desarrollo de narices electrónicas, sensores que imitan el sistema olfativo de los animales para detectar patrones químicos específicos en el aire. Estas narices tecnológicas ya se usan para identificar gases tóxicos o controlar la calidad de alimentos, y están a punto de revolucionar la medicina. Uno de los avances más prometedores es un dispositivo capaz de detectar el cáncer de mama a través del aliento, sin necesidad de radiografías ni estudios invasivos.
Así que sí, el cuerpo huele distinto cuando enferma, y ese olor que antes era solo una curiosidad médica está a punto de convertirse en una herramienta para salvar vidas.
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Por: Sofía Leviaguirre