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¿Cómo lograr el éxito? ¡No lo digas, hazlo!

La única ventaja competitiva que podemos lograr como marca, está ligada a una excelente disciplina del colaborador.

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Hay una gran diferencia en lo que decimos que vamos a hacer y en lo que realmente hacemos. Lo que dicen los estándares, los manuales, la filosofía de la empresa es diferente con lo que realmente se hace en operación. Como comúnmente decimos: “Del dicho al hecho, hay mucho trecho”.

Este dato reduce enormemente la probabilidad de éxito en cualquier disciplina, pues “el éxito está en la ejecución” no en lo que decimos. Muchas veces las empresas dedican tiempo a planear y diseñar cómo deberían de hacerse las cosas, sin embargo, lo más importante es lo que en realidad hacen, más allá del tiempo que nos llevamos planeando o divagando.

Por ejemplo, haciendo una analogía con el deporte, los atletas de alto rendimiento logran el éxito a base de esfuerzo y la repetición continua de una misma tarea, hasta que logran perfeccionar lo más posible el ejercicio de su disciplina. Su éxito está en sus acciones, en sus cambios de hábitos, que saben, beneficiarán su estado físico (comer sano, dormir bien, no beber ni fumar, etc.). Saben que para tener una exitosa ejecución “en el momento de la verdad” deben de partir de dos acciones: disciplina y constancia.

Esto es algo a lo que muy pocas personas están acostumbradas, y es lo que distingue a las personas ordinarias de las personas extra-ordinarias.

En las empresas lo que más debería de valorarse es “la consistencia”. Eso es lo que tenemos que aprender de los atletas, ellos no se hacen en un día, están continuamente repitiendo el mismo entrenamiento, la misma disciplina, la misma práctica diaria, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones nos cansamos de repetir, de intentar, y queremos recurrir a soluciones milagrosas.

En materia profesional sucede lo mismo, debemos fomentar y asegurar una excelente ejecución todos los días, pues la única ventaja competitiva que podemos lograr como marca (personal o profesional), está ligada a una excelente disciplina del colaborador, consistencia y la ejecución de todas sus políticas de atención.

Asimismo, debemos de tener presente que tanto en los equipos deportivos, como en los equipos de trabajo, las actitudes se contagian. Cuando alguien se integra a un equipo disciplinado, que trabaja en conjunto, puntual, etc., se acoplará a sus compañeros tomando actitudes positivas como el resto; y lo mismo a la inversa, cuando el equipo tiene mala actitud e indisciplina, muy probablemente se llenará de esas actitudes negativas. Si una persona tiene una buena práctica y lo contagia a otro compañero, no serán 2 si no 3, porque éste a su vez tendrá un efecto en la disciplina de una persona más.

Si como líderes detectáramos estas acciones seguramente tendríamos otras reglas de comportamiento “las buenas prácticas se contagian, pero las malas también”, el objetivo es entrar a un círculo virtuoso donde reforcemos actitudes positivas y tener un efecto multiplicador en los equipos de trabajo.

Mi recomendación para ser líderes es imitar las buenas prácticas del deporte:

Tú, ¿eres o formas parte un equipo de alto rendimiento?

 

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