Carta anónima de una mujer en Afganistán

Esta carta fue escrita por una mujer de 24 años que vive en Kabul, capital de Afganistán

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La activista y feminista Jessica Fernández, tradujo este texto tomado de The Guardian con el objetivo de difundir la situación que se está viviendo en Afganistán y la urgencia de apoyo por parte de otros países.

“Temprano en la mañana del domingo, yo me estaba dirigiendo a clase en la universidad cuando un grupo de mujeres salió corriendo del dormitorio de las mujeres. Les pregunté qué había pasado y una me dijo que la policía las estaba evacuando porque los talibanes habían llegado a la ciudad de Kabul e iban a golpear a todas las mujeres que no usaban burka. Todas queríamos ir a nuestras casas, pero no podíamos usar el transporte público, los conductores no nos iban a dejar subirnos a sus carros, porque no querían tener ninguna responsabilidad por haber trasladado a una mujer. Y era todavía peor para las mujeres de los dormitorios, quienes son de fuera de Kabul y estaban asustadas y confundidas sobre a dónde deberían de ir. Mientras tanto, los hombres a nuestro alrededor estaban burlándose de las niñas y mujeres, riéndose de nuestro terror. “Ve a ponerte tu burka”, dijo uno. “Son sus últimos días en las calles”, dijo otro. “Me voy a casar con cuatro de ustedes algún día”, dijo otro. Con las oficinas del gobierno cerradas, mi hermana recorrió kilómetros a través de la ciudad para poder llegar a casa y dijo: “apagué la computadora que me sirvió para ayudar a mi comunidad y a mi gente por cuatro años con mucho dolor, dejé mi escritorio con lágrimas en los ojos y le dije adiós a mis colegas, supe que era mi último día de trabajo”. Estoy a punto de terminar dos títulos simultáneamente en dos de las mejores universidades de Afganistán. Me debería de graduar en noviembre de la Universidad Americana de Afganistán y de la Universidad de Kabul, pero esta mañana todo se acabó frente a mis ojos. Trabajé tantos días y noches por convertirme en la persona que soy hoy y hoy, esta mañana cuando regresé a casa, de las primeras cosas que hicimos mis hermanas y yo, fue esconder nuestras identificaciones, diplomas y certificados. Fue devastador. ¿Por qué debíamos esconder las cosas de las que deberíamos estar orgullosas? Hoy en día en Afganistán no se nos permite ser conocidas como las personas que somos. Como mujer, siento que soy la víctima en esta guerra política que los hombres empezaron, siento que ya no puedo reírme en voz alta, ya no puedo escuchar mis canciones favoritas, ya no puedo ver a mis amigas en nuestro café favorito, ya no puedo usar mi vestido amarillo favorito o mi lipstick rosa. Y ya no puedo ir a mi trabajo o conseguir el título de mi universidad por el que trabajé años. Amo hacerme las uñas, hoy, mientras iba camino a mi casa, me asomé al salón de belleza en el que me hacía manicure. La fachada estaba que estaba decorada con fotos súper bonitas de mujeres, fue pintada por completo durante la noche. Todo lo que podía ver a mi alrededor eran las caras temerosas y asustadas de las mujeres y las feas caras de hombres que las odian, a los que no les gusta que las mujeres estudien, trabajen y tengan libertad. Lo más devastador para mí, fueron los hombres que se veían felices y se burlaban de las mujeres. En lugar de ponerse de nuestro lado, se pusieron del lado de los talibanes y les dieron aún, más poder. Las mujeres afganas sacrificaron muchísimo por la poca libertad que tenían, como huérfana tejí alfombras solo para poder tener educación, me enfrenté a muchos problemas financieros, pero tenía muchos planes para mi futuro. No esperaba que todo se acabara así. Ahora, parece que tengo que quemar todo lo que he logrado en los 24 años de mi vida. Tener una identificación o reconocimientos de la Universidad Americana, es un riesgo e incluso, aunque los conservemos, no vamos a poder usarlos. No hay trabajos para nosotras en Afganistán. Cuando las provincias se derrumbaron unas tras otras, yo pensaba en mis sueños de niña. Mis hermanas y yo no pudimos dormir en toda la noche, recordando las historias que nuestra mamá nos contaba acerca de la era talibán y la manera en la que trataban a las mujeres. No esperaba que fuéramos ser privadas de todos nuestros derechos básicos de nuevo y regresáramos 20 años atrás. Que después de 20 años de luchar por nuestros derechos y libertad, debemos estar buscando burkas y ocultando nuestra identidad. Durante los últimos meses, mientras los talibanes tomaban control de las provincias, cientos de personas huyeron de sus casas y llegaron a Kabul para salvar a sus hijas y esposas. Están viviendo en parques o al aire libre. Yo era parte del grupo de la Universidad Americana que intentaba ayudarlos recolectando donaciones de dinero, comida y otras necesidades y distribuyéndolas entre ellos. No pude detener mis lágrimas cuando escuché las historias de algunas familias. Una de ellas perdió a su hijo en la guerra y no tenía dinero para pagar un taxi a Kabul, así que intercambiaron a su nuera por el transporte. ¿Cómo puede el valor de una mujer ser igual al costo de un viaje? Entonces hoy, cuando escuché que los talibanes habían llegado a Kabul sentí que iba a ser una esclava. Ellos pueden jugar con mi vida, de la forma en que ellos quieran. También trabajé como maestra en un centro de educación de inglés, no puedo soportar pensar que ya no podré estar frente a la clase, enseñándoles a cantar el abecedario. Cada vez que recuerdo que mis hermosas niñas pequeñas van a tener que dejar su educación y quedarse en sus casas, empiezo a llorar…”

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