Lo que no soporto de ser psicoterapeuta

Tere Díaz, maestra en terapia familiar y una de nuestras psicoterapeutas de casa nos cuenta lo que nomás no le gusta de su chamba

Compartir

Hay varias cosas que no soporto de ser psicoterapeuta, pero ninguna implica mi trabajo en sí. Una de ellas es que cuando estás en una reunión o saliendo con alguien crean que: 1. Les vas a resolver sus problemas, 2. Que tú no tienes problemas, 3. Todo el tiempo los estás psicoanalizando o los estás viendo como pacientes.

A fuerza ni los zapatos: hay un tipo de paciente que no soporto ni me soporta, y es al que no escogí bien. Un paciente es como una pareja en el sentido de que es alguien con quien te vas o no a acoplar. Los pacientes te eligen, pero tú también los debes elegir ellos, porque el trabajo es profundo y fuerte, tiene que ver con tus temas personales, trabajados o no, con cosas que te interesan o no, o con tipos de personalidades.

Hay q’ir: si, como terapeuta es imprescindible ir a terapia, pero yo además soy fan. he tomado terapias largas y fuertes quizá tres o cuatro veces en mis 60 años de vida. Como terapeuta tengo colegas con quienes nuestras conversaciones más horizontales me dan pautas para cambiar, y si tengo que volver a ir si me atoro, estoy súper abierta a pedir ayuda.

Una tumba: sin duda debe haber colegas a los que se les dificulte respetar el acuerdo de confidencialidad y es que al principio no es del todo fácil, pero yo no tengo problema en guardarme todo. Es algo integradísimo a mi ética profesional, entonces cuando necesito o vale la pena plantear algo con algún equipo de especialistas u otro terapeuta, porque hay alguien trabajando con los hijos o por lo que sea, lo digo, lo planteo y lo pregunto sin revelar yo nada.

Tu dolor mi dolor: no es que me mate ver a mis pacientes sufrir, pero claro que me duele y me conmueve. Pero hay que aceptar que hay dolores injustos, que el sufrimiento es parte de la vida y que a veces este nos lleva a un lugar mejor. También me da esperanza el pensar que los estoy acompañando para que mejoren y que el hecho de que estén conmigo quiere decir que quieren renunciar a cierto dolor. Gran parte del entrenamiento es poder entrar y salir para no mezclarte, aglutinarte, fusionarte a los problemas de tus consultantes y poder ayudarlos, si no los dos vamos a estar llorando. Se requiere una cercanía empática y a la vez esa cierta distancia emocional pero empática que te permite ayudar.

911, ¿eres tú?: cuando tus pacientes hacen peticiones y demandas fuera del consultorio es un horror. Hay que tener la clara distinción entre cuando es una emergencia y si requieren de tu apoyo, acompañamiento o contención, y cuándo es una demanda como de chiche, que no viene al caso. Ahí hay que poner límites, dar las pautas, ayudar a que se calmen y hacer que entiendan que tienen que aprender a posponer la gratificación, tolerar la frustración e ir resolviendo con menor dependencia.

Aguaaaas: eso sí, hay que saber medir el agua. Si me los encuentro en la calle mi aproximación y mi confidencialidad tienen que ver mucho con cómo se aproximan, qué dicen o cómo me presentan. Yo jamás hablo ni ventilo que son mis pacientes, si ellos ya lo dijeron o la otra persona sabe, ya es otra cosa pero jamás abordo ni saco el tema, ni contesto preguntas, ni digo nada que tenga que ver con su proceso. ¡Mejor los saludo de lejitos!

 

¿Te gustó esta nota? Califícala

1 Star2 Stars3 Stars4 Stars5 Stars (2 votes, average: 5.00 out of 5)
Loading...

Sé el primero en comentar este artículo

Dejar una respuesta