Lo bueno de lo malo: ser workaholic

Lo bueno de lo malo de ser workahólica es que nadie te pide favores porque saben que eres adicta a poner la agenda hasta el tope

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Por: Bárbara Anderson

Hace años renuncié al trabajo que tenía y decidí tomarme una semana libre antes de comenzar en la nueva empresa. Pero justo esos días sentí en carne propia el síndrome de abstinencia. Estaba perdida, desorientada, agitada, culposa, me sudaban las manos, tenía insomnio y el cuerpo cortado.

La workahólica es fácil de detectar desde la infancia, es la que en la primaria dice: “Pásenme sus apuntes, yo armo la cartulina del trabajo en grupo”, “no se preocupen, yo escribo cinco cuentos diferentes y se los paso”. Es la que en la secundaria se anota a 20 cursos diferentes para no tener tiempo libre (desde macramé a idiomas, pasando por cerámica y patinaje artístico).

Recuerdo que hace unos años, cuando trabajaba en Expansión, nos invitaron a NuevaYork a conocer Time Inc. A mi jefe, Alberto Bello, y a mí nos armaron una junta con el editor de la revista Fortune. Nos preguntó cómo trabajábamos y se sorprendió que con un equipo muy pequeño hacíamos el doble de trabajo que ellos.  “Because Bárbara is an alcoholic”, dijo mi jefe. El editor neoyorkino (open minded y políticamente correcto) me miraba entre asustado y conmovido, entonces tuve que saltar y corregir el error: “NO! I’m not an alcoholic… I’m workaholic”. Y a mucha honra.

Sí, sé que es una especie de adicción: responder pendientes, tildar la última línea de una larga ‘to do list’ o leer compulsivamente todo lo relacionado con el trabajo. No recuerdo ningún viaje, vacación, operación, parto, ni siquiera un fin de semana sin que haya hecho algo productivo con la compu sobre la falda.

Los workahólicos no entendemos cosas hippies como un spa, una clase de yoga o una meditación dirigida. ¡Qué frivolidad y pérdida de tiempo! Tiempo que bien podría usarse para escribir una nota o terminar un proyecto al que le faltan esos toques finales de detallista solterona.

Ser adicta al trabajo es una herramienta secreta para escapar de eventos o personas que no brindan el mismo grado de adrenalina que terminar una nota, conseguir una entrevista, revisar los artículos que dejaste impresos para tu siguiente brainstorming o hacer otra de las listas que tanto nos exige esta adicción.

 

SEÑALES DEL WORKAHOLIC

  • Tu familia y amigos ya no te invitan a nada.
  • Te ofende la gente que se va de la oficina a las 6pm #yabadabadú.
  • Tus hijos te desconocen cuando apareces por la casa.
  • Hasta tus hobbies te dejan dinero.
  • Tu círculo cercano no se anima a pedirte muchos favores porque nunca tienes tiempo para nada.
  • Cuando te habla alguien empieza con: “Ya séque estás muy ocupada, pero…”.

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