Aprende a manejar las expectativas con tus hijos

Deja de querer hacer felices a tus hijos, literalmente, ¡no es tu trabajo! Esto te va a ayudar a enfocar mejor tus esfuerzos como padre

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Por James Breakwell

Tu hijo no tiene que ser el mejor de su generación para tener una buena vida; ser un genio en algo no conlleva satisfacción laboral. De hecho, los artistas más geniales rara vez mueren a edad avanzada, rodeados de sus seres queridos y con la satisfacción de haber vivido una gran vida.

Seguramente ese no es el mensaje que quieres escuchar como padre, quizá esperas que tus hijos se coman al mundo y obtengan recompensas como riqueza, prestigio y —si queda tiempo— felicidad. Pero créeme que tu hijo estará mucho mejor si no intentas alcanzar ninguna de esas metas, pues las mejores cosas de la vida suceden por accidente.

Para triunfar como padre basta con que críes un hijo que cumpla con estos tres criterios:

  1. Que sea capaz de mantenerse
  2. Que sea un adaptado social 
  3. Que sepa que es responsable de todo lo bueno y malo que le pase en la vida

Tu objetivo de crianza con el mínimo esfuerzo es cumplir con estos tres criterios de la forma más sencilla posible. Si tienes éxito, el producto final será un adulto funcional del que puedas estar orgulloso… y que no viva en tu casa a los 42 años. Parece muy fácil, y en el mundo de los hijos, “fácil” equivale a “malo”. Pero yo no lo veo así y tú tampoco deberías. Ahora, como realmente no es fácil, analicemos lo que esos tres criterios significan.

Te toca pagar

Sin un empleo redituable tu hijo vivirá contigo por siempre, y la meta principal de un padre que cría con el mínimo esfuerzo es que sus hijos paguen sus propias cuentas. Por desgracia, esa fecha tardará en llegar. Ni modo. Lo que sí debes tener en mente es que cuando lo gane, ese dinero importa. Quizá la alfarería interpretativa sea una carrera muy gratificante, pero si tu crío no gana dinero de ella, te tocará mantenerlo hasta que mueras o él muera. No lo apoyes, pero tampoco tienes que oponerte de manera explícita. Solo relájate y observa cómo la mano invisible del libre mercado lo abofetea.

Ahora, esto no significa que es necesario que tu hijo sea millonario. Una vez que tus hijos dejen de vivir al día, los aumentos salariales no les harán gran diferencia. En estos tiempos, la persona occidental promedio vive mucho mejor que los reyes europeos más ricos de hace unos siglos. Si tus hijos pueden tener el refrigerador lleno, alcohol suficiente para aguantar la chamba y una televisión con una cantidad absurda de canales, no necesitarán mucho más. 

Vivimos en una sociedad

La vida no es un concurso de popularidad. Pero dicho eso, si todo mundo odia a tu hijo, perdiste. Hay ocasiones en las que ser la persona menos odiada del grupo tiene sus beneficios. Por eso como papá o mamá debes evitar que tus hijos sean inadaptados sociales. Aquí, los padres de excelencia se equivocan al querer que sus hijos sean amados por todos (más por ego que por otra cosa), esperar que el mundo ame a tus hijos no es realista, sin importar los méritos que tengan.

Nunca sabrás qué tan bien les cae tu hijo a otras personas, solo asegúrate de que no sea tan horrendo que la gen- te se organice en turbas enardecidas para expresar su desprecio hacia ellos. El éxito, en este rubro, si es que es posible medirse, será que tenga la capacidad de interactuar con otros seres humanos sin provocar un desastre.

Por mi culpa, por mi culpa

Para tener éxito como padre, es esencial que tus hijos culpen de sus problemas a alguien que no seas tú. Te diría que lo mejor es que ellos se hagan responsables, pero así no opera la gente. Incluso cuando cometemos errores decimos que fue porque alguien nos llevó a ello. Y como fuiste tú quien los procreó, tanto sus genes como las circunstancias que viven son culpa tuya.

Los padres de excelencia cometen el grave error de creer que tienen que esforzarse más para resolver el problema de fondo, cuando la realidad es que NO ES TU CULPA todo lo que le pase a la criatura. Si intentas resolver algo es como admitir que sí es tu culpa, entonces olvídalo. Trata de que se haga responsable de sus errores y lo que le sucede… O que le eche la culpa a algo que no seas tú. 

El que no está en la lista

Muchos padres quisieran darle a sus hijos la felicidad. Según ellos, los niños felices chillan menos, hacen menos berrinches y son menos propensos a escribir autobiografías devastadoras sobre ti. No digo que criar con el mínimo esfuerzo implique hacer que la infancia de tus hijos sea terrible. Sin embargo, el que su felicidad sea tu máxima prioridad es la forma más rápida de arruinarles la vida. 

La felicidad es una respuesta de placer emocional. Mi hija de dos años es feliz cuando juega con el agua del excusado, cuando salpica todo el baño su cerebro se llena de endorfinas, pero eso no significa que sea bueno para ella, ni para mí, ni para nadie más. Si la felicidad de tus hijos es tu meta principal, podrías empezar por conseguirles heroína: no hay nadie más feliz que un adicto en pleno viaje, aun si la droga lo está matando. ¿Eso quieres para tus hijos?

Si no queremos que nuestros hijos sean adictos al hormonazo de la gratificación instantánea, no debemos agobiarnos si de repente son “infelices”. 

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