¿Por qué nos cuesta tomar decisiones?

Desde el sabor de helado hasta una inversión, la vida está plagada de decisiones y no todas los llevan a dónde quieren llegar

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Algunas decisiones te llevan a donde quieres llegar y otras, por buenas que parezcan, te acaban alejando de tu meta.

Siempre hay manera de retomar el camino, pero hay quien prefiere no arriesgarse y entonces se paraliza ante lo que no puede decidir. Parecería que esta parálisis nos protege de lo que queremos evitar, cuando la verdad es que decidir no decidir es también una decisión. Decidir es inevitable; la cuestión es con qué grado de libertad y satisfacción lo hacemos o no.

Cuando decidimos, esperamos encontrar satisfacciones y evitar el dolor ya que el punto es conseguir lo que queremos. Y si somos libres de tomar decisiones, ¿Cuál es el miedo?

– Que la libertad implica responsabilidad.
– Una vez que digo “esto”, estoy dejando de lado “lo otro”.
– “Esto” y “lo otro” traen resultados diferentes y al ser yo el que ha decidido por “esto” y no por “lo otro” soy responsable de lo que ahora venga.
– No confundir culpa (lo que se siente) con responsabilidad (lo que se tiene).

¿Por que nos cuesta tanto tomar las decisiones?
Tener muchas opciones. Complica la toma de decisiones hasta en el más decidido. Incluso si son muchas, al decidir podrías pensar que otra habría sido la mejor, lo cual nos lleva a:

– Temor a perderte de lo no elegido
– La palabra decidir significa cortar, dividir.
– Es verdad que si eliges una cosa debes dejar la otra (a veces si te quedas con ambas es peor).
– A veces como niños lo queremos todo y como queremos perder, estamos en todas partes y en ninguna a la vez.

El temor al qué dirán es otra cosa por la que cuesta tanto decidir; si aprendiste a que el juicio social es más importante que tu felicidad, entonces decidir se convertirá en un infierno al sentir que todo el mundo está atento a lo que hagas para criticarte y señalarte con el dedo flamígero.

Solo a través de las decisiones es que puedes cambiar el mundo que has creado. Pero siempre se puede cambiar en alguna medida lo que previamente ya se ha cambiado. Excepto la muerte.

Por más que no te guste, a ti y a otros, el cambio que producen tus decisiones no supone un peligro. Excepto las que atenten contra la vida y sean irreversibles. Las decisiones que has tomado te han traído hasta aquí, otras te pueden llevar a otros lugares. El cambio es posible.

Si tus decisiones no pueden cambiar la realidad exterior, siempre podrán cambiar tu realidad interior. Puede que no te guste el calor, pero si te mudas a la playa, puedes empezar a decidir que no es tan terrible como lo habías pensado.

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