Sin pretensiones

Esta enferma costumbre que tenemos, todos, de postear sin cesar todo lo que hacemos, lo que comemos, lo que nos ponemos, me está empezando a dar una hueva infinita ¿a ustedes no?

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Sinceramente ¡a quién le importa!

Efectivamente las redes sociales nos sirven para muchas cosas. Son increíbles para reencontrar gente que tenías perdida en la vida -yo recuperé dos grandes amigas de la infancia que tenía perdidas-, para mantenerte en contacto con amigos y familiares que están lejos y saber en qué están. Para solicitar ayuda de datos, contactos, personas. Para reírte de estupideces, ver videos increíbles, aprender cosas nuevas, compartir información valiosa, crear consciencia de algo y, básicamente, para pasar un rato con el cerebro en stand by.

Todo eso me parece perfecto.

Peeeeero…

No creo necesario tener que ver qué se pone mi amiga t-o-d-o-s los días. Qué cocina la otra diariamente para su familia, la dieta que alguien está llevando a cabo paso a paso, ni todos los antros a los que va el señor cada fin de semana, ni las vacaciones completas de cada familia.

No me interesa leer o ver a los que le van al Peje, a los que lo odian, los que nos bombardean con lo poco capaz que es el gobierno que tenemos y todas sus cochinadas, los de las fotos de animales maltratados, experimentos terribles y todos los etcéteras que caben aquí.

Y sobre todo, me pone mal la gente que postea a lo pendejo noticias -casi siempre alarmistas- sin checar si son ciertas ¡confirmen sus fuentes! La información es una herramienta poderosa y hay que ejercerla con responsabilidad a riesgo de perder toda credibilidad por andar posteando pendejadas o de generar un problema serio cortesía de la desinformación. #NoALasFakeNews #Plis

O qué tal, la “amiga” que d-i-a-r-i-o se queja de alguna dolencia tipo: “…aaaay mi rodillaaaa, corrí 43 kilómetros y me duele horriiiibleeeee…” ¿es neta? ¿qué está buscando esa persona con un post así?, ¿que nos “preocupemos” realmente por su rodilla o presumirnos que corrió 43 km?

¿Y qué tal los “amigos”? Tenemos ahí a quien sea con tal de tener miles y sentirnos súper populares pero, en el fondo -o ni tanto- nos valen totalmente gorro, los viste una vez y los agregaste, te caen mal o ya la peor: ¡ni siquiera los conoces! Pero les estás dando, a todos, información de tu vida personal de manera continua #TodoMal

Creo que la línea debería de ser así: mientras tu post sea real, es decir, con la pura intención de compartir o informar algo: adelante. Pero si tu post tiene atrás la necesidad de que te adulen, aplaudan, pobreteen o admiren, la verdad deberíamos de abstenernos. Lamentablemente las redes cada día se llenan más de esos, de los que están “fishing for compliments”, buscando que alguien te diga: ¡wow eres lo máximo! y eso es un indicador grave de cómo estamos como sociedad, pero sobre todo, como personas.

¿Qué hay atrás de cada post? Esa es la cuestión.

Y cómo le enseñamos a los hijos a administrar sus propias redes para que entiendan que tomarse selfies todo el día y postearlas no está bien -porque el mundo no necesita admirarte continuamente- Cómo tatuarles en la cabeza que la validación y autoestima jamás deben venir de una pantalla sino de ellos y que las relaciones no se hacen online y sus amigos no son esos que están comentándoles en Instagram cuando están haciendo cosas increíbles, sino los que están cuando la están pasando mal y en la vida cotidiana, los que te aprecian todos los días, por lo que eres, no por lo que aparentas ni por lo que haces. Que exponerse tiene muchos riesgos e implicaciones.

¿Cómo vamos a hacer eso si somos nosotros los primeros que estamos gastándonos la vida aparentando perfecciones y pedereando superficialidades? Enseñando las chichis, posteando fotos en la peda, sometiendo nuestras vacaciones y todas nuestra actividades al escrutinio general y básicamente, portándonos como adolescentes, cuando claramente ya no estamos en edad de esas ridiculeces.

¡Necesitamos parar! Y asomarnos tantito más a nosotros para ver de dónde nos viene esa imperiosa necesidad de aprobación constante y totalmente inapropiada para poder guiar mejor a nuestros hijos y protegerlos de todo eso a lo que se exponen -y nos exponemos- compartiendo toda nuestra vida en línea.

Estamos olvidando proteger nuestra intimidad.

Las redes se comparan un poco a si dejáramos la puerta de nuestra casa abierta para que cualquiera que sea “amigo” -o no- entre cuando le dé la gana y se meta a nuestro clóset, nuestro baño, a nuestro refri, se acerque demasiado a nuestros hijos y se meta a la cama con tu pareja… eso es lo que estamos haciendo, solo que con unos filtros increíbles donde todo se ve precioso y obvio, nunca ponemos nuestro lado B, el que no es tan perfecto, ni tan intelectual, tan amoroso, tan creativo o tan zen.

Nos urge dejar de aparentar y buscar lo que nos hace falta, en los lugares correctos… sin pretensiones.

¿Qué opinan ustedes?

 

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