¿Quién no, necesita un amigo?

Vivir, trabajar, ser papás y aspirar a tantita vida personal en esta ciudad y no morir en el intento, es una proeza por la que deberíamos de recibir una gratificación especial en efectivo cada mes ¿no les parece?

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Lo que más me impresiona es que siendo la locura que es ¡lo hacemos!, ¡le entramos!, sobrevivimos y vamos día a día palomeando pendientes, cumpliendo nuestras responsabilidades y claro, echándonos encima todo lo que vaya surgiendo de más en el camino porque no vaya a ser que le digamos que no a algo, a alguien.

 

En este tren imparable que es vivir en la CDMX no nos cuestionamos ya, prácticamente nada, seguimos operando, seguimos avanzando, seguimos enganchándonos con cosas y situaciones que no necesariamente nos aportan, pero nos hacen quedar bien, nos alimentan el ego o simplemente nos dejan otra lanita y a eso pues…”como le voy a decir que no”.

 

Las decisiones que toma cada quién no son mi problema. Es muy respetable que cada quién elija salvarse, venderse, ahogarse o tronase voluntariamente. Historias de esas tenemos todos y son el día a día de cualquier conversación. Contarnos la interminable lista de pendientes que tenemos, o los días infernales que nos aventamos es el tema favorito… es como si fuera un concurso de a ver quién se pone las peores chingas.

 

Las historias que no se cuentan tan fácil, son las que hoy me hacen a mí, escribir este texto. Esas, que cuando paras un poco de correr y tienes tiempo de realmente hablar y escuchar, empiezan a surgir.

 

Me conmueve cómo todos, absolutamente todos, tenemos temas sucediendo debajo la lista interminable de cosas que hacemos cada día. Situaciones graves, delicadas, “discretas”, cosas que no vamos gritando a los cuatro vientos pensando que solo a nosotros nos pasa, por pena o simplemente porque por atenderlo, lo que menos tenemos es tiempo de hablarlo, pero no deja de estarnos ahogando.

 

Y no me refiero a situaciones y lugares comunes típicos, de la crisis de los cuarenta ¿y cuántos? -por cierto, lean ese post, se van a divertir-. Me refiero a todas esas cosas que pensábamos que no pasaban y nos empiezan a pasar y no hay nada que hacer más que enfrentarlos, crecernos, aprender del tema y llevar eso en nuestra vida como algo que así es.

 

Me impacta la capacidad de asumir que tiene el ser humano.

 

La resiliencia de las personas ante la adversidad es la definición de la chingonería. Me saca lagrimitas ver cómo la gente aprende a llevar enfermedades terminales con una sonrisa en la boca y echándole porras a los demás. O condiciones permanentes que alteran por completo su calidad de vida y ahí van paso a pasito haciendo como que no pasa porque pues “así me tocó”. O los que están lidiando con hijos, parejas, (o ellos mismos) adicciones y todo el desgaste y el miedo  que eso implica. Los que están procesando duelos o se quedan para siempre atrapados en uno. Los que ven a sus personas queridas, esas tan cuidadas, tan vistas, tan procuradas, tan…“normales”,  irse metiendo en las profundidades de la depresión,  la ansiedad y toda la gama de enfermedades y trastornos mentales escalofriantes, pudiendo hacer tan poco para ayudarles y esperando que la siguiente crisis no llegue. Aquellos que no tienen chamba. Los que tienen tres chambas y no alcanza. Los que están solos. Esos que lidian con la violencia de cualquier tipo en su vida cotidiana. Los que están buscando a su hijo convencidos de que lo van a encontrar. Los que llevan 20 cirugías para resolver un tema. Los que toda su vida es un problema.

 

Todos tenemos por lo menos, una batalla personal, que no elegimos, sucediendo en este momento. Y todos, a veces, tronamos. Pero tronar “no está bien visto” entonces, la mayoría de las veces nos callamos, seguimos, chillamos en el baño o simplemente bloqueamos todo y seguimos como si nada porque somos muy machos.

 

#TodoMal

 

La relevancia de poder hablar con alguien de nuestros males del corazón, carcajearnos, mentar madres o chillar es indispensable para sobrevivir a cualquier crisis. Tal vez no nos resuelve técnicamente nada, pero sabernos acompañados en el camino es sin duda indispensable para copear con lo que sea que la vida nos siga mandando.

 

Hoy que es día de los amigos -me rehúso a decir del amor y la amistad- los invito a eso, a buscar a uno y a preguntarle cómo está r-e-a-l-m-e-n-t-e, a no quedarnos siempre por encimita, a conectarnos y a involucrarnos si es necesario.

 

No sabemos qué está pasando cada quién exactamente , pero les puedo garantizar que ¡absolutamente todos! necesitamos alguien que nos diga aquí estoy y qué puedo hacer por ti para que te sientas mejor.

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