La vida en una pantalla

"En mis tiempos jugábamos horas con un bote de refresco y nada más..."

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El avance de la tecnología en los últimos años ha sido más grande que en toda la historia. El mundo es otro gracias al internet y a todos los devices existentes que permiten, sin importar dónde estés, estar en todos lados.

Indudablemente son una herramienta fantástica para la vida, el trabajo y en general para todo. Peeeero, y sí ¡el pero es muy grande! aun cuando la red nos abre las puertas del mundo, simultáneamente nos aleja de las personas más cercanas.

La tecnología, está aquí para ayudarnos. De nada sirve lamentarse con “es que cuando yo era chica” o “en mis tiempos jugábamos horas con un bote de refresco y nada más” y tantísimas cosas que podríamos decir.

 

Ya no es así. Punto. ¡Supérenlo! Ya somos esa película del futuro que veíamos de chicos y nos parecía impensable.

 

Es impresionante todo lo que puedes lograr, hacer, contactar, saber, buscar, resolver y miles de etcéteras más, con una pantalla y un dedo ¿verdad?

 

Sin embargo, para mí sigue siendo muy importante enseñarles a mis hijos que si bien estos recursos son increíbles y definitivamente útiles y divertidos, la vida no debe verse, solo, a través de una pantalla. La comunicación y relación con los seres vivos no puede limitarse a un texto -o miles- y que si no aprendes a usarlos a tu favor, serán contraproducentes.

Vivir en familia y online en el 2018 es, sin duda, un reto adicional al que ya representaba tener una familia per se. Porque tener hijos siempre ha sido un trabajo con miles de retos y aristas pero ahora ¡además! hay que luchar (no hay otra manera de decirlo), contra la pantalla. Todos los días *se jala los pelos*

 

No sé tú, pero yo, estoy lista para luchar todo lo que haga falta a cambio de que el de 11 y la de 13 aprendan la importancia de conectarse en vivo y con el mundo del que forman parte. Si el precio es que me alucinen: so be it!  porque mientras dependan de mí, haré todo lo que esté en mis manos para que aprendan a balancear el mundo virtual con el mundo real.

 

Sin embargo, el problema real no es decidir si luchas o no. El problema es que la mejor manera de enseñar algo es, como bien sabemos: con el ejemplo.  El reto está en mí, en ti, en nosotros adultos, antes que en nadie. Conozco gente mucho más enganchada que yo al bendito aparatito, pero reconozco que me cuesta mucho trabajo desconectarme. El celular me permite trabajar, mientras soy mamá y ser mamá mientras trabajo y hacer mil cosas increíbles. Pero me doy cuenta de que voy perdiendo la capacidad de regularme.

 

Así que entonces ¿qué hacemos con los hijos?

Hay muchísimas técnicas: los que prohíben los aparatos electrónicos, los que solo los permiten el fin de semana, los que hacen negociaciones y contratos más difíciles que los del TLCAN, los que no negocian ni madre y solo dictan, los que les vale y no regulan y los que como yo: pretendemos que sean los hijos los que aprendan a regularse con límites y reglas específicas que si no cumplen hacen que se pierdan privilegios.

Cada quien elige lo que es mejor para su familia, pero y luego ¿qué hacemos con los papás de los hijos…qué hacemos con nosotros?

Yo por lo pronto no toco el cel mientras manejo, la tentación es enorme pero me acuerdo que es para enseñarles a mis hijos que cuando manejas, tu vida y la de otras personas son tu responsabilidad y distraerte con un aparatito puede ser muy peligroso (no mamen la cantidad de gente que lo trae en la mano mientras va manejando ¡que terror!)  De pasada aprovecho el tiempo para hablar con ellos -cosa que ya para algunos es una actividad súper retro- y averiguar qué pasa en sus cabecitas y tocar temas importantes, necesarios, banales o divertidos.

Aprenderse a aburrir y esperar en el coche es también muy formativo. Ahora  que cambié mi coche, fui la señora loca que descartó de inmediato todos los modelos que incluían tele, (los vendedores me veían con cara de extraterrestre) pero es que el coche ¡es el último lugar que nos queda libre de pantallas y es el lugar perfecto para conectarnos con ellos y averiguar, filosofar, discutir y hasta pelear y resolver! ¿cómo se van a aprender el camino a su casa si nunca ven por la ventana? ¿cómo aprender a ser pacientes o reflexivos si en todos lados te apendejan la mente? ¿cómo aprendes a observar, deducir, entender el mundo si nunca lo ves realmente? Necesitamos crear espacios libres de teles, celulares y compus que nos obliguen a usar y ejercitar nuestra cabeza y nuestras habilidades sociales.

En nuestra familia están prohibidas las pantallas cuando estás sentado en una mesa comiendo: todas las pantallas, todas las personas. Gente: no le den un ipad al bebe de 1 año en el restaurant para que “este tranquilo” y luego pretendan que a los 16 les platique su vida a la hora de la comida: ¡estamos creando hábitos! ¡Nada más patético que ver en un restaurante una familia o grupo de amigos viendo cada uno su celular! O alguien que se sienta a comer contigo y de entrada planta su teléfono en medio de la mesa, como si fueran sus armas,  dejando claro que ese chunche tiene prioridad.

#TodoMal

Y mi otra resolución fue quitarle el sonido y todas las notificaciones a mi teléfono. Me desquicia que suene cada 15 seg, porque entonces vas, lo prendes para ver quién te escribió y de pasada checas tooodas tus notificaciones y pierdes, cada vez, 25 minutos. Detesto que suene. Y cada vez detesto más que suene el de alguien más, es cagante ¿no? No se puede hablar con nadie sin que este esa madre suene y suene interrumpiendo nuestros tiempos y conversaciones y nos la pasemos en el “pérame, nomás contesto esto y ya” “si te estoy oyendo eee” –dice mientras está apendejado viendo la pantalla y obvio no tiene idea de lo que le dijiste- O que todas nuestras conversaciones tengan que referenciarse con el “ve este video” “checa este meme” “¿cómo se llamaba XY? -urge ver en wikipedia-” ya no sabemos platicar sin enseñarnos algo o checar un dato inmediatamente en los cochinos aparatitos ¡que hueva!

Lo prendo cuando salgo sin mis hijos  o ellos están en algún lado para que puedan contactarme, pero de lo contrario estoy hasta la madre de estar a su merced cada vez que hace “tiiiing”. He decidido retomar el control de cuándo quiero yo comunicarme con el mundo y no al revés. Así que ya saben, no es personal nomás estaba en mute…

Paremos por favor.

Nos urge concientizarnos -todos- que nada de lo que podamos hacer en línea se compara con unas carcajadas con otro ser humano y una buena platicada. Con estar con esa persona. O leer un libro -sí, esos que tienen muchas hojas y letritas- Reflexionar. Esperar. Observar. Jugar. Hacer ejercicio. Cocinar. Arreglar y hasta el anticuadísimo: ¡hablar por teléfono! O, simplemente, poder escuchar nuestros pensamientos y apagar también nuestro acelere mental de vez en cuando. No somos indispensables para nadie, más que para nuestra familia; ni necesitas leer los 237 mensajes de tu grupo de WA que probablemente era pura pendejada. Te aseguro que si algo es urgente, te vas a enterar y no va a ser por WA. Que tu jefe, o tu cliente, pueden esperar a que le respondas mañana, no van a leer ese mail a las 10 PM y que tu feis puede quedarse sin revisar y nadie se va a dar cuenta.

No necesitamos consumir toda la información que nos llega y a la que tenemos acceso en la pinche maravillosa pantallita, podemos darnos el lujo de filtrar y de elegir priorizar cómo usar nuestro tiempo y usarlo mejor.

En resumen: estar presentes en el momento, esa es la cuestión.

Hagámoslo.

 

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