El turno de Cataluña

Es el resultado de varios años de políticas erradas y falta de puentes de diálogo respetuosos.

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Ahora se trató de Cataluña. Los aires de independencia y de reivindicaciones nacionalistas continúan y continuarán en Europa. Anteriormente ya fueron los vascos y los escoceses, entre otros.

Las estructuras políticas verticales y la falta de respuesta a necesidades regionales por parte de gobiernos centrales han generado el resurgimiento de movimientos que intentan rescatar las identidades particulares. Uno de los subproductos de la Unión Europea y de los gobiernos centrales que no ha podido ser bien gestionado desde el diálogo y la política es la necesidad de dar salida democrática a las exigencias de mayor autonomía y reconocimiento de la pluralidad dentro de la unidad.

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El caso catalán es el resultado de varios años de políticas erradas y falta de puentes de diálogo respetuosos. Es un fracaso del modelo español posterior al franquismo en el que no se ha podido resolver la forma en que las autonomías regionales deben relacionarse con el Estado español.

Esta falta de diálogo ha llevado a ambas partes, gobiernos central y catalán, a estirar la liga hasta lo que vimos el pasado 1 de octubre. Evidentemente el resto de los países europeos ven con desagrado el intento de independencia de cualquier región ya que muchos países viven el mismo problema. Hay intentos separatistas en España, Reino Unido, Bélgica, Italia, Francia y otros. La Unión Europea ya se manifestó diciendo que cualquier región que se independice no será parte de este pacto político. Incluso Estados Unidos se manifestó en contra de este proceso.

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El gobierno español mostró su incapacidad política al no poder o no querer llevar el conflicto hacia el diálogo. Prefirió judicializar la diferencia. No paró allí, decidió mandar a la fuerza pública a reprimir el voto. Cerca de 10 mil policías que incluso se enfrentaron a bomberos que intentaban defender a la ciudadanía. Llegaron al extremo de utilizar balas de goma para enfrentar a la población que quería votar. Alrededor de 300 centros de votación fueron cerrados. Como resultado se vieron escenas no propias de un Estado democrático que argumentaba que el “orden” era necesario para imponer la ley. Las cosas no van bien cuando la legalidad se enfrenta a valores democráticos, eso se llama de otra forma. El discurso del presidente español fue lamentable, utilizó la democracia para golpear a la democracia.

El referéndum tenía muchas fallas como la conformación del padrón, la validación de quienes votaban y el origen mismo del proceso. En realidad era una provocación democrática del pueblo catalán, o de menos de una parte del pueblo catalán. Ante la incapacidad de diálogo ahora la liga está más estirada que nunca. Difícil pronosticar el futuro.

Es de resaltar las enormes manifestaciones que hubo en Madrid contra la represión policiaca y la unidad de España. Eso es democracia. El pueblo catalán debe sentirse muy molesto con el gobierno central, incluso aquellos que están a favor de mantenerse dentro de España. Mal por todos lados.

El resultado del referéndum, a pesar de los intentos por descarrilarlo debe ser tomado en cuenta para entender el ánimo en Cataluña. De 5.3 millones de personas que podían votar, cerca de 2.3 millones lo hicieron. A favor de la independencia 90.09%, en contra 7.87%, en blanco 2.03% y 0.89% nulos.

La eficacia de un Estado no se mide en la capacidad de reprimir sino en la capacidad de gestionar las diferencias que siempre habrá. El 1 de octubre fue un día triste para España. La solución debe ser política, seguir estirando la liga generará más problemas.

Ahora ya no solo se trata de la independencia de Cataluña sino de derechos civiles, democracia y dignidad.

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