Amor y parejas
Por: Sofía Leviaguirre
Una relación sana es saber que puedes tomar decisiones sin miedo a ser castigado. Aquí te decimos cómo saber si eres libre en tu relación.
Seguro te ha pasado que quieres salir con tus amigos, inscribirte a un curso nuevo, cambiar de look o simplemente tomarte un día para ti. Pero antes de decidir, algo te detiene: “¿qué va a pensar mi pareja?”. Entonces lo consultas con un tono que suena más a pedir permiso que a compartir un plan. Y ahí hay que preguntarnos: ¿esta persona es tu pareja o jefe? Aquí te decimos cómo saber si eres libre en tu relación.
Vivir en pareja es aprender a negociar. Claro que no se trata de hacer como si el otro no existiera ni de ignorar el impacto de nuestras decisiones. Peeero tampoco significa vivir esperando que nuestra pareja nos dé permiso. La libertad sana en una relación no es hacer lo que quieras sin pensar en tu pareja, sino tener la seguridad de que puedes tomar decisiones sin miedo a ser castigado, juzgado o manipulado.
Una cosa es considerar a la persona que amas, y otra muy distinta es depender de su permiso para ser tú.
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A veces, la línea entre considerar a tu pareja y pedirle permiso se vuelve muy delgada, así que aquí te dejamos algunas señales de alerta que te pueden ayudar a ver cuando esa consideración ya está en el abuso:
Si estas dinámicas se repiten, probablemente tu relación se está moviendo hacia el control más que hacia la libertad compartida.
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En nuestra cultura todavía existe la idea de que pedir permiso es señal de respeto. Pero hay una diferencia entre respeto y subordinación. Respetar es escuchar, negociar, estar dispuesto a ceder a veces. Subordinarse es callar, minimizarte y actuar como si tu pareja fuera tu jefe.
Cuidado, porque también hay quienes disfrutan tener el control y lo justifican con frases como: “Si no me pide permiso, no me quiere”. Esa idea es peligrosa porque confunde el amor con posesión. Así que si te suena a ti, watch out! Puede que estés siendo el tóxico sin querer.
Un vínculo sano funciona con acuerdos. O sea, con encontrar el punto medio que funcione para ambos. En vez de pedir permiso diciendo “¿puedo salir al viaje con mis amigos?”, lleguen a un acuerdo con algo como: “Quiero ir al viaje. Revisemos las fechas para ver cómo organizamos las cosas en casa”. El acuerdo parte de la libertad y busca un equilibrio. El permiso parte de la dependencia y alimenta la jerarquía.
Cuando te la vives pidiendo permiso, tu autoestima se lastima. Comienzas a creer que tus deseos no son suficientes y que necesitas una validación externa constante. Con el tiempo, puede aparecer resentimiento, frustración y hasta la sensación de haber perdido tu identidad. Y lo más duro: tu pareja tampoco conoce al 100% a la persona que eres, sino a una versión reducida que evita conflictos.
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El amor no debería sentirse como algo limitante. De hecho, la libertad fortalece la intimidad porque cada persona trae a la relación una vida rica y completa. No se trata de ser dos mitades que se controlan, sino dos enteros que se eligen.
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