Estados Unidos en favor de la impunidad

Ni la agenda de frenar y juzgar la violencia masiva, ni la de medio ambiente, ni la de derechos humanos está en las prioridades de China, Rusia ni Estados Unidos.

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El final de la Segunda Guerra Mundial marcó el fin de una era. Un nuevo proyecto civilizatorio surgió de las cenizas de los campos de exterminio nazi. Los millones de muertos producto de la guerra y la persecución obligaron al mundo a hacer una pausa y repensar el futuro.

Se creó la ONU y el nuevo paradigma quedó plasmado en los compromisos de crear un mundo donde los derechos humanos fueran una realidad y los crímenes masivos fueran prevenidos y sancionados. El proyecto quedó en manos de las potencias occidentales.

De entonces para acá hemos tenido que lidiar con los fenómenos de desapariciones forzadas con sello de las dictaduras militares sudamericanas, con la limpieza étnica que adquirió un sentido mayor en la guerra de los Balcanes, con el genocidio de Ruanda, con los crímenes en distintas guerras y con el horror de la violencia contemporánea que tiene en México su máximo exponente. Todo ello bajo la protección de algún miembro del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia) o el desinterés de todos.

El final de la Guerra fría creó una ventana de oportunidad en la que se vislumbraba un futuro más pacífico y más estable en el que los ideales creados pudieran encarnarse en instituciones y compromisos reales por parte de los Estados.

Para ello, en 1997 Estados Unidos tomó la iniciativa. Creo una oficina encargada de crímenes de guerra que luego cambió de nombre por Oficina de justicia penal global. Su obligación era luchar por erradicar la impunidad en atrocidades masivas. Quedaba claro a los perpetradores de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio que la máxima potencia tenía un compromiso por llevarlos ante tribunales.

Por 20 años este fue uno de los pilares de la política exterior norteamericana. No con buenos resultados pero la agenda estaba allí y se iba caminando poco a poco. Una potencia tenía esto en su agenda.

El 17 de junio se conmemora el Día mundial de la justicia internacional ya que es la fecha en que se firmó el Estatuto de Roma que da forma a la Corte Penal Internacional. Ese mismo día, hace unas semanas, Trump anunció que la oficina será cerrada. El día mundial de la justicia internacional Trump mandó el mensaje de la impunidad internacional. Esto solo puede ser buena noticia para los más perversos criminales del planeta.

Para el Estados Unidos de Trump ya no es prioritario el proyecto que esa nación impulsó hace 70 años. De manera paradójica quien recoge la estafeta es Alemania. El país que perpetró el horror que creó un nuevo paradigma ahora se vuelve en su principal esperanza.

El Consejo de Seguridad de la ONU ya no obedece al mundo de hoy. La lógica de la posguerra no es la del siglo XXI. La reforma de éste órgano es central para la búsqueda de un mundo en paz y con algún tipo de futuro medianamente promisorio.

Ni la agenda de frenar y juzgar la violencia masiva, ni la de medio ambiente, ni la de derechos humanos está en las prioridades de China, Rusia ni Estados Unidos. Gran Bretaña se tambalea. Se requiere la presencia de otras potencias que respalden algún proyecto viable.

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