El discurso de odio crece sin pudor

La intolerancia y el discurso de odio son el quehacer de políticos aquí y allá.

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Lo que era políticamente incorrecto está dejando de serlo. Lo que por décadas se mantuvo en privado hoy es gritado a los cuatro vientos. La intolerancia y el discurso de odio son el quehacer de políticos aquí y allá.

No solo es Trump quien dice que los mexicanos somos criminales e indeseados, las manifestaciones de sociedades cada vez más intolerantes se dan por todo el planeta.

Las lecciones que en teoría aprendimos del uso criminal del discurso público se olvidan. El nazismo, Ruanda y tantos otros ya no son referentes para alertar sobre la intolerancia verbalizada y el llamado al odio y la violencia. Ayer y hoy el discurso es similar y se puede resumir de la siguiente manera: los “otros” son el enemigo y el problema, “nosotros” estamos amenazados, “ellos se han infiltrado” y son una “amenaza”.

Los ejemplos sobran, aquí algunos de los recientes. En Budapest se ven frases sobre carteles públicos en los que se dice que los judíos son “ratas de mierda” o “ladrones”. Un político checo declaró “judíos, homosexuales y gitanos debían de ser gaseados”. ¿Alguna diferencia con el Estado Islámico? ¿Por qué horrorizamos ante la intolerancia y el fanatismo islámico y no ante la intolerancia y el fanatismo occidental?

En Latinoamérica sigue creciendo la defensa de la tortura como método de investigación, partidos políticos y sectores de la sociedad apoyan la pena de muerte y el discurso “nosotros” y “ellos” también está presente ya sea contra homosexuales, mujeres, migrantes, minorías religiosas o cualquier otro grupo.

Incluso en México la deshumanización está presente en discursos oficiales. El expresidente Felipe Calderón hablaba sobre las víctimas que se acumulan por cientos de miles en nuestro país y que según su versión eran todos criminales. En un par de discursos comparó la violencia en México como si se tratara de un inquilino que al llegar a su nueva casa se encuentra con “termitas y cucarachas”, luego encuentra “alacranes y ratas”.

El problema de fondo se encuentra en la sociedad. Estos discursos encuentran eco en sectores cada vez más amplios.

El discurso de “nosotros” contra “ellos” rápidamente se puede convertir en procesos de discriminación en los que se violenta o niegan derechos u oportunidades a colectivos. La discriminación sumada a la deshumanización producida por los términos utilizados en los que los “otros” dejan de ser humanos lleva a la violencia.

No debe tomarse a la ligera el discurso público. Sin llegar al puritanismo en el lenguaje ni a la censura, a menos que se llame abiertamente a la violencia, la condena a este tipo de expresiones debe llegar rápido.

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